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La Virgen de Agosto

Los anhelos románticos se materializan en las películas de Jonás Trueba. Lo cotidiano adquiere una forma exquisita de ideal, sin tener por ello que renunciar a lo auténtico.

Jonás Trueba e Itsaso Arana escriben un guion, estructurado en días (podrían ser pasajes de un evangelio castizo), para lanzar a Eva a un verano de desconcierto en su propia ciudad, Madrid. En esos días de agosto y en el marco de un Madrid festivo, Eva rastreará su ciudad con ojos virginales y, en una suerte de azar improbable, se darán una serie de encuentros y reencuentros en los que Eva -y el resto de personajes- verbalizarán sus inquietudes. Se encadenan así reflexiones y conversaciones (marca de la casa), intencionadamente ligeras, calculadamente profundas, en cuyo eje estaría la búsqueda de lo genuino: qué decisiones tomamos o debemos tomar para alcanzar algo parecido a intentar ser nosotros mismos.

En ese universo de afines (todos los personajes parecen compartir un mismo idioma) es donde el cine de Jonás Trueba construye su propia identidad, una identidad con la que poder identificarse. O no. Esa es la brecha, a mi modo de ver, que abren sus películas: con sus referentes culturales, personajes y diálogos, a camino entre lo real y lo representado, desafía nuestros complejos y sólo conectar con su sensibilidad nos hará libres de prejuicios.

La forma mística que adopta la cinta constituye solo un paisaje de fondo sobre el que impregnar el instante. La realización de Trueba parece despojarse de ciertos hábitos (a pesar del diálogo expreso con El Rayo Verde, se rebaja la herencia formal de la nouvelle vague de sus primeras obras) y deja pasar el tiempo, buscando la belleza de ese transcurrir. La cámara, cómplice, reposa en el rostro de la protagonista y su mirada revela gratitud. La luz de Santiago Racaj cubre de poética ese verano complaciente en el que preguntarse hacia dónde ir.

En mi, el film no permanece (como hizo La reconquista, que llevo a cuestas donde quiera que vaya) pero deambular en él me reconforta, y el recuerdo de tiempos más confusos iluminados por el júblio veraniego de Madrid, resuena fuertemente en mi interior.

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