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Le Mans 66

En una secuencia extraña del spot de 152 minutos que es Le Mans 66, y digo extraña porque está insertada dentro del clímax eterno, Matt Damon haciendo de Matt Damon, masticando chulería, se acerca al box de Ferrari y les roba un cronómetro. Ante esta demostración de la eterna rebeldía americana uno no puede más que aborrecer el enésimo intento de legitimar una idiosincrasia. Una pregunta resuena, y lo reiteran, por si acaso no te enteras, ¿Quién eres? Ken Miles (Bale con sobredosis de éxtasis) es el eterno rebelde que no se adecua a las normas existentes, durante todo el metraje/carreras solo lo hace una vez y es engañado. Su confrontación a todo solo tiene un final posible. Ken Miles es el americano que todos los americanos desearían ser y Matt Damon es el americano que todos los americanos tendrían que ser. A toda esa basura cabría añadir la idea del robo del tiempo (cronómetro) ya mencionado a la vieja Europa (Ferrari). La velocidad no es la solución, la solución es el equilibrio. Y aquí es donde Mangold, digno artesano de tal producto, sin cortarse un ápice nos intenta colar un ajuste equitativo. El saludo final de Enzo Ferrari a Miles son las migajas del cine norteamericano. El estilo son las sobras y aquí es donde este tipo de cine publicitario con tendencia a estimular mentes hacia un tipo de pensamiento (a mitad de la proyección casi todos los asistentes a la sala iban con Ford), demuestran que seguramente servirán para lo que han sido diseñadas, pero rara vez llegarán a la complejidad del cansancio de una cultura.

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