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Toy Story 4

En la anterior entrega de la saga Toy Story, una simple mención de un apesadumbrado Woody a “los amigos que han quedado en el camino” incluía la desaparición de Bo Peep, la muñeca de porcelana que al parecer no tenia sitio en el cierre de la trilogía (supongo que, en una entrega situada casi diez años atrás, con Jessie y Barbie ya tenían el cupo completo). Ésta desaparición se explica como inicio de esta nueva entrega, en un visualmente brillante flashback, en el que Woody duda por primera vez de si atreverse a dejar su deber para con Andy. No será la única duda existencial en esta nueva entrega.

Aquella tercera parte acabó con la catarsis que fue pasar de la angustia de ver a los juguetes a punto de ser incinerados, a la del reinicio de sus vidas en manos de otra niña, Bonnie, a la cual Andy le cede esa parte de su infancia, para la que ya no tiene sitio una vez empiece la universidad. Y de la misma manera que hizo Andy con sus juguetes, en el último capítulo de la franquicia de Pixar se empaqueta la nostalgia (mayormente), y se centra en la aceptación del cambio, personificado, especialmente, en la reencontrada Bo Peep. Ésta, feliz al ser liberada del vínculo con un humano (vínculo que Woody ha venerado durante todas las entregas anteriores y ella cuestionará), ayudará en su reencuentro con el vaquero a rescatar a Forky, el tenedor-cuchara en plena crisis existencial, obsesionado con volver a la basura de la que salió, como si tratara de volver al vientre materno, pero que se ha convertido a su pesar en el nuevo centro del universo de Bonnie. Se interpondrá en su camino Gabby Gabby, la villana con trasfondo emocional, conectada con Woody en esa necesidad del vínculo afectivo con los humanos. Ésta, al contrario que los protagonistas, no lo ha experimentado por tener un defecto de fábrica, viviendo en una tienda de antigüedades, y hará lo que sea por conseguirlo con su ejército de aterradores muñecos de ventrílocuo.

Conscientes de haber tenido una tercera entrega como broche de oro imposible de superar, ésta cuarta parte se convierte en una digna heredera de la franquicia convirtiéndola en tetralogía de pleno derecho (al contrario de lo que piensan algunos de Indiana Jones, por ejemplo). Al ser el tema protagonista el cambio, éste lo lidera de manera orgánica un personaje femenino, esa Bo Peep que maneja el bastón de las ovejas tal que si fuera Rey en Star Wars. A la vez que Buzz Lightyear queda como secundario de lujo, se da cancha a los personajes nuevos, no tan solo a Forky sino también a unos desternillantes Bunny y Duckie, o el motorista descartado por su dueño Duke Caboom, que son los que protagonizan también los elaborados e impredecibles  planes de rescate marca de la casa. La aceptación de no ser el centro del universo de otro (juguete o persona) y saber quitarse de enmedio, la deja emparentada con otro producto reciente de la factoría Disney, Ralph Rompe Internet (película que es mucho más que el gag de las princesas, pero que desgraciadamente pasó algo desapercibida al coincidir en la cartelera con la magnífica Spiderman: un nuevo universo).

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