Actualitat, Destacats, Featured, General, Portada
Deixa un comentari

The Irishman

“The Party, HILL!!!”

Inicio, la cámara avanza por el pasillo del geriátrico, suena In The Still Of the Night, la canción evoca un recuerdo, llegamos a la sala donde Robert de Niro empezará a contar su historia. Final, la cámara huye de la habitación del pasado, de lo narrado, acompañando a la enfermera que no sabe quién era Jimmy Hoffa pero, súbitamente, en un giro extraño, nos retorna al lugar de la evocación. Allí Frank Sheeran, intenta negociar una posible salvación. La acción nos vuelve a alejar y nos deja fuera de la reflexión, de la posible redención, eso ya da igual, la puerta entreabierta ya sólo espera ser cerrada. A lo mejor dará tiempo a un nuevo proyecto, a lo mejor no, pero la confesión, el testamento, ya está filmado… lealtad, amistad y traición, las relaciones poseen la verdad, así serán las cosas y ahora ya solo pueden ser filmadas en planos medios y cerrados. Vuelve a sonar el tema de The Five Satins y una estrofa, que va y viene, habla de cierta quietud en la noche y uno que está blando, ante el réquiem, no puede evitar pensar que esa calma es la que ahora buscan los personajes de Scorsese después de tantas batallas.

En The Irishman uno cree vislumbrar principalmente dos partes diferenciadas, que se ven separadas por el acto más importante de toda la película. Esta acción confirma la coherencia de los tres personajes principales, los delitos por muy graves que sean son asumibles porque se tienen que hacer, no se plantea el remordimiento y la culpa y siempre quedan en el espacio de protección creado por la necesidad de una realidad trágica. El ámbito familiar se tiene que ver aislado de ese mundo y en el momento que el personaje de Robert de Niro atraviesa esa pared inquebrantable todo se desmorona. No cae en la soledad y la tristeza por sus actos más salvajes, sino que lo hace por una llamada que le delata ante su hija (Anna Paquin). Ésta le pregunta el por qué y no hay respuesta. Scorsese no da respuestas, siempre ha explicado sin juzgar a sus personajes y esa posible salvación queda fuera del encuadre. La estructura de piezas dentro de piezas se ve resquebrajada en la parte final, donde la auto-preparación para la muerte nos aclara el canto de despedida nostálgico que destila todo el metraje. Parece que todo lo anterior haya sido construido para ese epílogo crepuscular.

La excesiva duración y reiteración de algunos planteamientos, la complicada asimilación del rejuvenecimiento facial y la aceptación de unos actos por un pasado bélico, juegan en contra de un tono muy buscado y muy concreto. Tono que ya se va gestando en el casting, en la banda sonora y en los tics marca de la casa. Esa amalgama crea un conjunto de fuerte coherencia que nos conduce al final de la historia. Y allí, ya sin nada más que contar, es donde más dudas emergen y a su vez, después de tres horas y media, uno desea desesperadamente que Scorsese no haya querido justificar las acciones de un país, ni reitere su americanismo idealizado, ni perdone un cristianismo nada silencioso, uno solo desea escuchar una historia, una historia de alguien que a lo mejor nunca quiso llegar tan lejos.

“Come on, John”

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *