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Juliet, Naked

En una de las escenas finales de Boyhood (Richard Linklater, 2014), el personaje de Patricia Arquette estalla en un arrebato de frustración y tristeza cuando ve a su hijo abandonar el hogar para ir a la universidad. Con un “simplemente pensé que habría más”, finaliza su discurso-radiografía de lo que ha sido su vida hasta ese momento. Esta escena refleja de manera sagaz y conmovedora cómo el echar la mirada atrás arroja una certeza, lúcida y dolorosa, de que esto de la vida es una colección de instantes que pasan, pasan a toda velocidad, y que esperar mucho más que eso no solo no es real sino un acto baldío.

Pues bien, en Juliet, Naked (Jesse Peretz, 2018)que comparte con Boyhood un Ethan Hawke interpretando a un personaje que se resiste a la maduración, el balance vital de los personajes lleva a un discurrir diferente: a la decisión firme de aprovechar cada momento a partir de ahora, porque AHORA SÍ viene lo bueno, lo verdadero.

La película, basada en una novela de Nick Hornby (solvencia contrastada), preserva la accesibilidad y ligereza de la escritura del autor, su tono irónico y cómico, pero cede en agudeza, en la solidez en la definición de personajes y en la profundidad de los temas tratados.

La trama, un tanto inverosímil en su detonante, tiene todo el potencial para articular una comedia con chispa y, con algo más de esfuerzo, dejar un pequeño espacio para hablar de los miedos y las frustraciones de una generación. Annie y Duncan llevan más de 15 años juntos en una relación cómoda, fuertemente condicionada por la obsesión de Duncan con Tuker Crowe, un músico que 20 años atrás y después de publicar un disco de éxito, Juliet, abandonó su carrera y desapareció sin dejar rastro. Esa relación “triangular” latente, ahora se materializa al aparecer en escena el músico en cuestión, a raíz de un intercambio fortuito de e-mails entre Annie y Tucker. Esta conexión activará en ellos, como ocurre en toda buena comedia romántica que se precie, un deseo, un sueño, que asomaba discreto, que se había olvidado o que se había abandonado, para dar lugar a algo real y perdurable, al resurgir de una nueva oportunidad: la ¿BUENA?.

El principal acierto del film es claramente su comicidad, ligera mordacidad, amabilidad (una feel-good movie en toda regla) y Ethan Hawke. Los momentos más hilarantes los protagoniza Duncan (interpretado por Chris O’Dowd en un personaje que parece la extensión de su Roy de IT Crowd), un profesor autocomplaciente, ridículo y egocéntrico, que representa todos los males de ése perfil cultureta que ya retrataba Hornby en Alta Fidelidad, que fue llevada al cine por Stephen Frears en el 2000. Desgraciadamente, la construcción de los personajes se atasca en el cliché y sobran situaciones en las que se acentúa en exceso el estado interior de los personajes (como cuando vemos a Annie bailar porque se está ¡liberando!, o el redundante flashback de Tucker explicando su tragedia personal), restando dimensión a lo que podría haber sido una historia de segundas oportunidades madura y ajustada a los tiempos que corren, como sí supo afrontar Nicole Holofcener en el marco de la comedia romántica en Enough Said (2014). Así, salvando algún momento de audacia emocional (la llamada redentora de Tucker a su hija), temas como el discernir sobre el deseo o su ausencia, la revisión y gestión del pasado o la responsabilidad de ser padre/madre, quedan desdibujados por su simplicidad, cosa que en About a boy (Chris Wietz, Paul Weitz, 2002), otra adaptación de una novela de Hornby, se resolvía de manera más adulta con ingredientes más pobres.

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